Luis López (PSOE) |
No es una decisión precipitada o irreflexiva; quizás sí lo fue
la de aceptar que se me incluyera en la candidatura. En estos cuatro meses he
tenido tiempo más que suficiente para pensarlo y escuchar y valorar los
consejos y protestas de las personas más cercanas afectiva y políticamente. No
se debe en modo alguno a discrepancias o desacuerdos con la dirección de mi
partido, con la que, por otra parte, me siento muy identificado.
No hay más razones que las estrictamente personales, derivadas
sólo y exclusivamente de mi manera de ser, sentir y pensar; de entender cómo
debo comportarme. Manera de ser y pensar que no es mejor ni peor que otras y
que puede incluso parecer –y ser- incongruente
y poco consistente. En fin, cada uno es cada uno.
No todos valemos para todo. Cada persona puede desempeñarse mejor en una
tarea que en otra. Seguro que hay gente capaz de hacerlo bien en cualquier
tarea o responsabilidad. Yo, no. Mi trayectoria en la vida pública se ha
desarrollado en la gestión directa, y en ella me he sentido realizado
personalmente, sin perjuicio de la consideración que a los demás le hayan
merecido sus resultados. Me he sentido más útil en el pensar y hacer que en el
pensar y debatir.
No me siento capaz de de desarrollar con eficacia una tarea tan
trascendente, sobre todo en los tiempos que corren, como la que se ha de llevar
a cabo en el Congreso de los Diputados. ¿Para qué sirve el desempeño de un
cargo público si no resulta útil o provechoso para quienes te han designado o
elegido, para quienes te han encargado que los representes? Yo no me he
sentido útil, ni capaz de llegar a serlo, como diputado, lo que me ha hecho
encontrarme muy a disgusto, muy incómodo conmigo mismo; sobre todo teniendo la
certeza de que hay personas que pueden ser más competentes y provechosas.
No es falsa modestia, ni trato de excusarme de nada. Como lo
pienso, lo digo. Que cada cual lo entienda como le parezca. No quiero seguir
–creo que no debo- donde no me siento cómodo, por las razones que expongo.
Quiero vivir con la conciencia tranquila, seguro –aunque pueda equivocarme- de
que hago lo que debo, lo que mi sentido del deber me exige.
Dejo, pues, mi escaño. Doy paso así a una de las personas más
competentes, preparadas, eficaces y honestas que conozco. De manera que, con
ello, seguro que todos –los almerienses en particular- salimos ganando.
Termino agradeciendo la confianza de quienes apostaron por mí al
elaborar y aprobar la candidatura; la de quienes la votaron en la jornada
electoral, sobre todo si hubo alguien que lo hiciera por confiar en mi persona
como parte de un proyecto por el que apostaron. A todos pido disculpas si es
que se han sentido defraudados por mi comportamiento. En cualquier caso,
insisto en las ventajas de mi sustitución y en que sólo he sido un elemento
subjetivo insignificante de un plan en el que, aunque se ha de contar con los
mejores para desarrollarlo, lo importante no son las personas sino los
propósitos y las ideas.
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