ARTÍCULO DE OPINIÓN
Pablo Requena |
He
necesitado que transcurran, al menos, más de veiticuatro horas para digerir y
asimilar las palabras del portavoz municipal del PSOE en la capital almeriense,
a la sazón Juan Carlos Usero, sobre el uso de mármol de Macael en las “obras”
-entrecomillo porque ni hay obras ni hay ná, y ni Dios sabe cuándo se
reanudarán- de rehabilitación de la Plaza Vieja. Dice el bueno de Juan Carlos
literalmente: “Nosotros siempre hemos apoyado el uso de materiales de nuestra
tierra como el mármol, y especialmente en una obra tan emblemática como la
Plaza de la Constitución”. Se tuvo que quedar en la Gloria bendita, porque esta
frase la pronuncia en Fines, Olula o Macael y sale linchado. Y es que, como es
sabido, no siempre -incluso diría que rara vez- han apoyado el uso de
materiales almerienses, y al que le quede alguna duda, que visite el nada
socialista palacio de San Telmo, rehabilitado con mármol de Carrara. Y eso por
no entrar a hablar de la escuela del mármol de Fines.
Por tanto,
no sabemos si será este siglo o el que viene, pero algún día habrá mármol
almeriense cubriendo el suelo de la castigada Plaza Vieja. Pues chachi, pero
mientras la plaza siga como está desde el año 2004 cuando se iniciaron las
obras –casi una década para arreglar una plaza, la Junta sigue sin fallar a su
detestable tradición de retrasos- ya pueden anunciar a bombo y platillo que,
por ejemplo, se ha firmado un acuerdo con el Vaticano por el que la Santa Sede
cede todas las esculturas de su Plaza de San Pedro para embellecer la Plaza
Vieja de Almería. Lo que quiero decir es que hay que tenerlos cuadrados para
tener hecha unos zorros la plaza que debiera dar vida al casco antiguo y que
llevemos años sin que nadie haga nada a la par que nos intentan vender lo
bonita que quedará el ansiado día en el que, ¡oh, milagro! se decidan a
terminar la rehabilitación de una maldita vez, que falta hace, y ya no sólo por
estética, sino porque salir a tapear por esa zona se ha convertido, en los
últimos tiempos, en una de las actividades más tristes y deprimentes que
existen, y seguro que el fin de las obras ayudaría en algo a paliar esa
percepción.
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